Mendoza. Automáticamente relacionada con el vino por la mayoría; alguno que otro recordará a San Martín y su paso por los Andes. Los futboleros hablarán de Godoy Cruz, alguno un poco más interiorizado dirá Gimnasia o Independiente Rivadavia. Mendoza, una ciudad que lo tiene todo sin saberlo.
Día 1: Mendoza nueva
Llegué a la terminal de ómnibus de Mendoza a eso de las siete de la mañana. En realidad, fue mi segunda llegada a la ciudad. Un mes atrás había aterrizado en el Aeropuerto El Plumerillo y en un taxi sin ver nada de la ciudad me fui a la terminal para tomarme el micro a Malargüe. La terminal no es un lugar que gane premios por su belleza, salubridad o servicios. Pero tiene un acceso bastante conveniente respecto al centro de la ciudad y eso es muy importante.
La primera noche me quedé en el Hotel Sol Andino. Ubicado en la esquina de 9 de Julio y Godoy Cruz me dio cierta comodidad con respecto al ir y venir. Es un hotel modesto, limpio y aceptable. Dejé las valijas en recepción y me puse a andar. Era mi primera vez como turista solo, sin nadie que me acompañe y eso hizo a Mendoza (junto a Santiago) una ciudad que disfruté mucho desde el lado de la libertad.
La Avenida San Martín fue mi punto de partida para arrancar a conocer un poco una ciudad que estaba amaneciendo. Un café, dos medialunas y a caminar. Cuadras y cuadras que me trajeron anécdotas como una manifestación de taxistas o perderme y terminar en una manifestación de trabajadores frente a la Municipalidad de Mendoza. En un kiosco de la Avenida, un señor me regaló la Red Bus, tarjeta que sirve para moverse en el transporte público de Mendoza y que me salvó de pagar 40 pesos.
Protesta de taxis en la Avenida San Martín
La ciudad cuenta con una planificación bastante interesante. En 1861 un terremoto destruyó la Mendoza vieja y hubo que volver a edificar la ciudad a un par de cuadras (en aquella época: kilómetros). La presencia de una plaza principal (la Plaza Independencia) y tres plazas linderas (San Martín, España y Chile) fue la solución que le encontraron para favorecer la evacuación de la gente. Eso sumado a las avenidas anchas que se fueron creando. Para el riego, en una ciudad tan seca, se encuentran las tan características acequias que definen a Mendoza.
Plaza Independencia
Sus plazas le dan el verde que toda gran metrópoli necesita y son un lugar ideal para pasar un par de minutos u horas sentado leyendo un libro o tan solo ver la gente pasar de aquí para allá. La Plaza Independencia me gustó en particular por ser la más grande y la que más verde posee. La Plaza San Martín llamó mi atención por las plaquetas en el piso recordando las Máximas que escribió el prócer argentino a su hija, Merceditas.
Plaza San Martín
Luego de un almuerzo en McDonald´s y una buena siesta emprendí viaje en colectivo al símbolo más importante que tiene la ciudad: El Cerro de la Gloria. Ubicado a tres kilómetros adentro del Parque San Martín (uno de los parques más lindos del mundo me atrevo a decir) es de fácil acceso en automóvil o en transporte público. Yo me pasé y terminé con el colectivo en una de las tantas villas miseria que tiene la ciudad de Mendoza: La Favorita. Volví y pude llegar sin problemas a la base.
Los Andes desde la base del cerro
La subida es cansadora, más si estás fuera de estado como lo estaba, pero vale la pena. Las vistas que se van obteniendo de Mendoza son cada vez más lindas y el monumento que culmina el cerro es precioso e imponente. El homenaje a los héroes de la patria que liberaron el país se hace muy fuerte y cargado de patriotismo cuando uno ve este cerro.
Al bajar, decidí hacerlo caminando. Casi tres kilómetros que resultaron siendo siete por la cantidad de vueltas que di en mi afán de encontrar el Estadio Malvinas Argentinas. Un estadio bellísimo, recordado por algunos por ser sede del Mundial de 1978, los más jóvenes y bosteros lo recordarán por el 5-0 de aquel torneo de Verano contra River y estos lo harán con el resultado de la Supercopa de marzo de este año. Yo, por mi parte, lo recuerdo con tristeza al ser el lugar en donde se consumó nuestro descenso a la Segunda División. El estadio se encuentra en una depresión del terreno y eso hace que no sea fácil de divisar desde lejos. La entrada estaba cerrada pero no sé cómo terminé en los accesos y pude hacer unas fotos.
Volví agotado al hotel pero no podía dejar de probar la pizza de la Pizzería Capri, un icono de Mendoza. El local se caracteriza por la rapidez de su servicio, y doy fe que es así. Ordené dos porciones y a los dos minutos reloj estaban en mi plato. Enfrente se encuentra la Pizzería Trento, de similares características, siendo también un lugar típico de Mendoza. Se recomienda pedir dos porciones en Capri, dos en Trento y comparar.
Día 2: Vinos, olivos y Mendoza Vieja
No fuiste a Mendoza si no conociste una bodega. Es verdad, pero es también una visita cara si se hace con un tour guiado. Pero existe una forma de hacerla por muy bajo costo y llevándote lo mejor de la provincia en tus recuerdos.
Me tomé el tranvía en el centro de la ciudad, a unas cuadras del hotel. Es un tren de cercanías que recorre el conurbano de Mendoza. La zona de viñedos se encuentra principalmente en Luján de Cuyo, pero en Maipú, un departamento cercano a la Capital se encuentra la Bodega López. Esta bodega es una de las más importantes del país y una de las más antiguas. El tour recorre las instalaciones de toda la fábrica, incluyendo una explicación pormenorizada de cómo se hace el vino y una degustación de un vino blanco y uno tinto. Todo absolutamente gratis.
Cruzando la calle Ozamis (la principal de Maipú) me tomé un colectivo hasta el otro lado del pueblo (unos 30 minutos) para llegar a una olivícola: la Maguay. Esta visita me gustó mucho y su precio era bastante accesible: 100 pesos, incluyendo un recorrido por los olivos con una explicación acerca de la elaboración del aceite y sus distintas variedades de aceituna que se pueden usar. Todo eso sumado a una degustación de aceite de oliva que me hizo comprar una botella de 750ml para traer de regalo de lo mucho que me gustó.
Volví a Mendoza Capital a eso de las 3 de la tarde. Un helado en la heladería más famosa de Mendoza no podía faltar: la Ferruccio Soppelsa que hace el mascarpone con frutos del bosque más rico que probé en mi vida. Caminé por la calle de bares de la ciudad: la Arístides Villanueva y luego cambié el rumbo para volver por la San Martín y la Alameda hasta el Área Fundacional de Mendoza.
Este lugar es el sitio donde se fundó la ciudad. Hoy es un barrio no tan lindo, con fama de inseguro de noche pero vale la pena visitarlo. El museo del área fundacional es muy completo y además existe la chance de hacerlo con visita guiada por el mismo precio que la entrada. Luego, la guía cruzó y explicó acerca de la Iglesia de San Francisco, derrumbada en el terremoto de 1861.
A la vuelta, cambié de hotel a hostel. Dormí mi última noche en Mendoza en el Hostel Suites y lo recomiendo muchísimo. A pesar de ser un dormi compartido, estaba solo y tenía baño privado. El desayuno es rico, abundante y me trataron muy bien al buscar un taxi que me lleve al aeropuerto.
Mendoza es una ciudad que disfruté mucho, que me abrió la cabeza, que me hizo entender muchas cosas y principalmente, hizo que me gustara el vino
Letras y caminos 